China ha decidido dar un gran paso para frenar la cantidad de emisiones altamente contaminantes en su región. Desde principios de año, ha entrado en vigor una ley que prohíbe la importación de 24 tipos de residuos, especialmente plásticos, papel sin clasificar y restos de ciertos minerales acabando así con la tendencia que le hizo convertirse en el gran vertedero mundial y que ha arrastrado casi cuatro décadas.
Desde los años 80, el país ha importado residuos del exterior para reutilizarlos y transformarlos en materias primas. Así, surgieron plantas de reciclaje especialmente contaminantes, asentadas en las provincias de Cantón, Zhejiang y Shandong, además de otras que se construyeron en zonas costeras.
Si bien es cierto que la prohibición del gigante asiático no
es total, el impacto internacional es significativo. Desde que el país impulsó esta dinámica, existe una estrecha
dependencia de ciertos países a este segmento de mercado chino: por ejemplo,
España exportó casi 319.000 toneladas de plásticos en 2016. No obstante, pese al negocio, esta situación ha
generado graves problemas de salud y ha tenido funestas repercusiones para su
entorno que ahora China quiere erradicar.